Viernes.
Me levanto
rápido y feliz. ¡Es Viernes y esta noche me voy a Los Ángeles!
Me ducho y me
preparo. Voy a la cocina y el desayuno está encima de la mesa. No
hay nadie, desayuno yo sola.
Es la hora y
bajo porque estará esperándome Caroline.
Hablamos todo
el camino sobre los planes que tenemos para Los Ángeles.
Estamos a punto
de entrar en el instituto cuando Caroline me da un golpe en la
espalda.
- ¿Qué
haces? - le digo.
- Mira allí.
Miro hacia
donde ella me señalaba y veo a Taylor apoyado en un árbol,
sonriéndome. Sonrío tontamente.
- Nos vemos
luego. - les digo a Jamie y a Caroline.
Me voy
corriendo hacía Taylor.
- ¿Qué
haces aquí? - le pregunto.
- Dijiste
que te ibas este fin de semana a Los Ángeles y que en dos semanas
te mudabas allí. - Sí.
- Pues he pensado que quizás podrías despedirte de Chicago con una compañía especial, con alguien como yo. - me sonreía y a esa sonrisa no se le podía decir que no.
Era la segunda
vez que me jugaba las clases en una misma semana. Me sentía un poco
malota.
Taylor y yo
habíamos estado paseando por la ciudad y contándonos cosas sobre
nosotros.
Me invito a
comer a su restaurante favorito, al de su primo.
Era por la
tarde, serían las cinco o asi...
Estábamos
sentados en un banco de un parque riéndonos, y os juro que no he
visto cosa tan bonita como su sonrisa. Me quedé atontada mirando
como se reía y entrecerraba sus ojos, se dio cuenta y me miró
fijamente con su sonrisa. No podía apartar la vista de él por mas
que quisiera. Él se acercaba a mi lentamente y podía oír su
corazón, lo fuerte que le latía; yo comencé a ponerme nerviosa
cuando él con sus labios rozó los míos.
Me aparté de
golpe y le miré fijamente a sus ojos marrones brillantes.
- Lo siento,
tengo que irme.
- ¡Espera
Nikki! ¡Lo siento! - me gritaba mientras yo me alejaba.
Llegué a casa
y todos me esperaban para ir al aeropuerto. Cogí mis cosas y nos
fuimos.
En el
aeropuerto estaban Caroline y Jamie esperándonos. En el avión, en
la fila derecha, estaban mis padres, en el medio, Caroline, Jamie y
yo, y en la izquierda Loreen y Cam.
Caroline y
Jamie no hacían mas que hablar y yo no hacía mas que pensar en el
corto beso con Taylor, en lo tonta que había sido al largarme. Mi
hermana me miraba y me hizo un gesto. Fuí a su asiento y le cambie
el sitio a Cam.
- ¿Estás
bien? - me pregunto Loreen.
- Hoy no he
ido a clase. Apareció Taylor diciéndome que estas dos semanas
tenía que pasarlas despidiéndome de Chicago con alguien especial,
alguien como él. - ¿Has pasado el día con él?
- Sí.
- ¡Eso es genial!
- Si, hasta que me besó. - bajé la mirada.
- ¿Que qué?
- Me besó. Un beso corto porque yo me aparté y le dije que me tenía que ir.
- ¡Pero tú eres tonta! - grito mi hermana. Todo el mundo nos miraba.
- Cállate. - le dije a la vez que sonreía a la gente.
Todo el vuelo
estuve hablando con mi hermana de lo ocurrido con Taylor.
El vuelo duro
unas siete horas, pero a mi se me pasaron rápido. Pasé casi todo el
vuelo hablando del tema con mi hermana y otro rato me quedé dormida.
Fuera del
aeropuerto nos esperaba un enorme coche negro. Mi hermano y mi padre
saludaron al chico que estaba apoyado en el. Era un chico joven, con
un traje negro y unas gafas de aviador del mismo color. Cuando vio
aparecer a mi hermana se quitó las gafas y le miró de arriba a
abajo. Él le sonrió, pero mi hermana le sonrió sin ninguna gracia
y entró en el coche.
- ¿Y ese? -
le preguntó.
- Ese es un
chulo putas.
Caroline y
Jamie comenzarón a reírse. La verdad, a mi también me pareció
algo creído el chico.
Mis padres y mi
hermano subieron al coche y el conductor seguía el coche del “chulo
putas”.
Al de un rato,
entramos en un enorme barrio con preciosas casas lujosas. Estaba
deseando de que el conductor parase en alguna de ellas.
- Bienvenidos
a Los Ángeles. - dijo el conductor con una sonrisa.
Todos estábamos
mirando por las ventanillas y el coche paro enfrente de una casa
enorme y realmente preciosa.
Era toda blanca
con el tejado marrón clarito. Tenia tres garajes con las puertas
marrones. La puerta de la entrada era preciosa, era toda ella de
cristal, y antes de entrar había una pequeña y elegante verja
negra.
El conductor
del coche nos ayudó a sacar las cosas del maletero, mientras que el
“chulo putas” hablaba con alguien que salió de la casa.
Caroline y
Jamie no hacían mas que mirar la casa.
- Quiero
venirme a vivir contigo. - decía Jamie.
- Ya y yo. -
respondió Caroline. - ¡Qué pasada!
El “chulo
putas” nos presentó con el que estaba hablando, era el de la
inmobiliaria, y le dio un juego de llaves a mi padre.
El conductor y
el “chulo putas” se despidieron de nosotros.
- Creo que
será mejor entrar para que veáis la casa. - dijo el de la
inmobiliaria.
No podía creer
que esa sería mi casa, por fuera era preciosa y enorme. No quería
imaginarme como sería por dentro.
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